Donde pisa Clarín, no crece más un cable

sábado, 24 de octubre de 2009 ·

La historia de un pequeño empresario del gran buenos aires que se cruzó con el monopolio

Luis Cesareo con sus empleados y las dos camionetas que utilizaba para el tendido del cable de su empresa, Video Cable Claypole.

por carlos cánepa

politica@miradasalsur.com

Luis Cesareo es uno de los miles de cableros del interior del país que conocen lo que es ser víctima del monopolio. Su historia ilustra de modo enfático lo que sucede cuando la ausencia de regulación por parte del Estado somete a la sociedad a vivir en la lógica de la selva, donde el pez grande se come al chico. En las próximas líneas se cuenta, en primera persona, la historia que Casareo compartió con Miradas al Sur.  
“Fue en 1985, comencé a entusiasmarse con la idea. En aquellos años, trabajaba como vendedor de una importante firma de equipamiento para producción televisiva. Me empecé a relacionar con clientes que estaban haciendo videocables en la provincia de Buenos Aires y en el interior. En el año ’86 hago contacto con un cliente, un amigo  que luego fue mi socio. Estaba muy interesado en el tema porque era asesor técnico de un cable de Neuquén y le propuse que hagamos uno en el Gran Buenos Aires, en el Barrio Don Orione, localidad de Claypole, partido de Almirante Brown.
“Invertimos 15.000 dólares en el uno a uno. Alquilamos una pequeña casa frente al barrio y conseguimos proveedores conocidos para iniciar el tendido de cables, elemento básico del negocio. Así comenzó nuestro VVC-Video Visión Claypole. El Comfer nos exigía, para darnos la licencia, contar con el permiso municipal. Nos llevó un año conseguirlo y a partir de allí empezó nuestro negocio. Crecimos desde el ’88 al ’90 y llegamos a 4.000 abonados, la mitad de las viviendas del barrio. Desde ese momento, el negocio empezó a crecer y nos permitió acercar a un socio inversor para seguir avanzando con el cableado. Nosotros éramos personas de trabajo y no contábamos con capital como para seguir avanzando en el municipio. Para expandirnos mudamos las oficinas y la estructura de transmisión a Rafael Calzada, en el centro de Almirante Brown. Eso nos permitía hacer una irradiación tipo araña, como se la llama en el ambiente. Continuamos en el Barrio San José, lindante con el municipio de Lomas de Zamora , José Mármol e íbamos hacia Temperley. En el ’91, nuestro cable superaba los 6.000 abonados. En tres años habíamos hecho un crecimiento más que interesante. Comenzamos con la generación de contenidos locales, grabación de los partidos de fútbol de equipos zonales, noticieros, publicidad y películas documentales”.

La invasión de Clarín. “Un día nos despertamos y vimos que un nuevo tendido de cable avanzaba sobre Calzada y Claypole. No entendíamos qué pasaba. Veíamos que había gente instalando. En un primer momento pensamos que podían ser de Telefónica, Edesur, pero era imposible. Empezamos a indagar y localizamos una casona en Burzaco, en Hipólito Yrigoyen al 14.000, que pertenecía a un señor de origen italiano, que decían que le interesaba el negocio del cable. Éstos fueron los rumores que nos llegaron en ese momento.
“Esta gente, en menos de cinco meses, había avanzado la misma proporción de cableado y de cantidad de manzanas que nosotros en los años anteriores. Lo hicieron sin venta de su producto, ni identificación de quiénes eran. Nos reunimos con los colegas de la zona, con José Ignacio López (dueño de ABC), con quien teníamos una excelente relación, y averiguamos cada uno por su lado hasta enterarnos que atrás de todo esto estaba el Grupo Clarín. No era Multicanal en ese momento, era el grupo con intenciones de entrar en el negocio del cable. Nos vincularon con la gente que estaba a cargo de ese proyecto dentro del grupo y la primera reunión se concretó en un estudio jurídico que pertenece al grupo, Sáenz Valiente-Padilla, que está frente a Plaza Congreso. El señor Omar di Rocco fue el que nos atendió y en una forma muy despectiva nos dijo que nosotros no teníamos capacidad empresarial, que no éramos empresarios, que no teníamos proyectado nada, que no podíamos competir con ellos. No les interesaba compartir con nadie la zona, ellos iban a avanzar y generar su negocio, sin tener que negociar con nadie. No teníamos capacidad para competir, era un pajarito contra un elefante. Para nosotros era un hijo, nos generó muchos problemas familiares porque lo que habíamos conseguido había representado un gran sacrificio. O les vendíamos o nos destruían.
“La negociación llevó un año y a fines del ’93 se concretó la operación de venta. Si uno leía el contrato era bastante leonino y terminaba por quitarnos la licencia. Lo hicimos analizar por abogados de nuestra confianza que nos dijeron que tenía cláusulas muy duras. En la transición, nos exigieron poner un control interno en el canal, tres personas que empezaron a convivir con nosotros. Llegaban a las 9 de la mañana y se iban a las 9 de la noche. Un día llegué como siempre a las 9 de la mañana y me encontré con alguien que estaba sentado frente a mi computadora verificando los movimientos de caja que teníamos. A partir de allí la relación fue muy dura. La presión psicológica que teníamos sobre la venta era muy fuerte. Hubo que aceptar cosas muy duras. Teníamos que irnos a tomar un café para tener intimidad, siendo dueños no teníamos intimidad. La situación se prolongó por casi ocho meses”.

Todo para mí, nada para vos. “El precio de venta fue de 1.105.000 dólares, pero teníamos que pagar una deuda que consumía más del 60 por ciento de ese monto por la inversión que habíamos hecho. Al principio quedamos como gerentes asesores y, una vez terminada la tarea de información, nos echaron. Después de darnos un anticipo, nos quisieron pagar el monto restante en 24 cuotas mensuales, pero logramos bajarlas a 15. Sin embargo, las cuotas las pagaron como quisieron. Los plazos no fueron respetados y al final se acercó a lo que ellos quisieron en un primer momento.
“El contrato exigía la cancelación de la titularidad de la licencia frente al Comfer, gestión sobre la cual tuve muchas dudas sobre cómo fue implementada. Sospecho que hubo algún arreglo interno, pero no tengo pruebas.
En el 2002 volvimos a intentar entrar al negocio. Conseguimos la autorización de uso del espacio por la parte de la municipalidad, pero no del Comfer. Nunca tuvimos una respuesta concreta de por qué. Ahora trabajo de nuevo vendiendo productos electrónicos. El Grupo Clarín nos presionó para vender a precio vil la empresa. Mi expectativa sería que cualquier cable operador con una capacidad de pyme tenga posibilidades de hacer pequeños emprendimientos, con los mismos derechos, sin que nos pasen por encima”.
Hasta aquí, el testimonio de Luis Cesareo, un pequeño empresario con sueños que se cruzó en el camino con el Grupo Clarín. Para qué decir más.


Fuente: El Argentino



1 comentarios:

Anónimo dijo...
noviembre 12, 2009  

Si confiesas con tu boca que Jesucristo es tu Señor y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salv@.

Romanos 10.

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