Cuando uno acompaña desde lejos el devenir político de la realidad nacional, esa distancia física a que nos obliga el vivir en tierra hermana que no es la propia, nos ayuda a obtener una mayor visión de conjunto de lo que está sucediendo. Desde lejos, pero en una lectura constante de esa realidad virtual que la compu nos permite, es más fácil abstraer lo accidental o anecdótico para interpretar los hechos dentro de una perspectiva histórica, ideológica y política.
Por esas razones, yo estaba seguro que este año, la Plaza del 24 iba a estar distinta. Con más fuerza, con otros colores, otras características. Lo que he leído o conversado, pero más lo que he intuido, me confirma esa tesis.
No es sólo la cantidad de gente, o la conformación sociológica de los que fueron. La irrupción de una juventud maravillosa que reedita lo que fuera otra juventud décadas atrás, la vuelta de aquella clase media que un compañero definió como “la clase media-media”, aquella que no es la del medio pelo.
La novedad fundamental de esa Plaza del 24 es que el motivo convocante, no pertenecía al pasado propiamente dicho sino al presente y al futuro. Tal vez podamos decir con propiedad que era sí el pasado, encarnado en el presente y con vistas al futuro. La memoria de aquellos compañeros desaparecidos, pero lo más importante: su legado. Un modelo de país que no bien comenzó a gestarse, ya está amenazado por el gorilaje de siempre. Un proyecto de país construido sobre la base de la justicia y la equidad.
Eso es lo que ese grupo de viejas maravillosas encarna admirablemente, el discurso de Hebe no tiene desperdicio. Esas “locas de la Plaza” son un verdadero milagro de fuerza, coraje y persistencia. Transformaron el llanto en lucha, la desesperación en firmeza, la ausencia de los seres queridos en presencia transformadora. Si Cristo multiplicó los panes, ellas multiplicaron sus hijos en miles de jóvenes que las respetan, las quieren y las siguen. Cuando uno ve la “polenta” y la claridad ideológica de estas señoras de 80-95 años sólo puede pensar en que sus hijos, desde algún lugar del universo las están guiando. No hay otra explicación. Cristina lo dijo clarito en la Esma: ellas nos enseñaron a transformar en amor y construcción aquello que podría haber sido venganza y destrucción. Algo que un idiota (¿o vendido?) como Duhalde no podrá entender jamás.
La gente que fue a la Plaza del 24 no sólo fue para pedir justicia y rendir homenaje a nuestros mártires. Fue para defender algo que ellos sienten y comparten: políticas de Estado correctas, acordes con una línea nacional y popular. Y que sienten amenazadas por los reaccionarios de siempre.
De repente, uno se da cuenta de que “el enemigo” no está dormido sino bien activo. Que bajo la anodina bandera de la “pacificación nacional” o del “olvido y perdón” se esconde el propósito de que continuemos vendidos como siempre a lo foráneo, a los grupos de poder, a los mandamás de siempre.
Por eso, compañeros, la pregunta del millón: ¿Cómo sigue esto? ¿Será que se trata de conseguir más gente para la próxima movilización? ¿O mas bien, lo que deberíamos hacer es encauzar toda esa fuerza “autoconvocada” en ORGANIZACIÓN? Es el momento de formar verdaderos cuadros políticos. No se trata de “adoctrinamiento” ni de “lavado de cerebro”. Requiere simplemente pasión, disciplina y militancia. Pero digamos lo que entendemos por eso, porque de esas palabras puede salir cualquier cosa. Al final de cuentas, los agentes de la Gestapo también eran cuadros políticos.
Pasión por lo colectivo, lo social o lo comunitario. Pasión desde una actitud de servicio. Pasión por lo nuestro. Disciplina que sea búsqueda, diálogo, integración. Lejos de mandar-obedecer, disciplina es ordenar lo personal en lo grupal. Disciplina es tener conciencia de ser herramienta, no el dueño de la pelota. Y por último, militancia. Laburo concreto en el día a día, decir lo que pensamos y hacer lo que decimos. Militancia que requiere siempre un sacrificio, la entrega de algo: tiempo, fuerza, ideas.
Paro por aquí. Para dejarla picando…¡manos a la obra! ¿qué esperás, boludo? ¡vale la pena!
E.F.