Romance de los chorizos perdidos

lunes, 19 de julio de 2010 ·



Noticias como estas me hacen acordar, a hechos acontecidos en un pasado no tan lejos. Allá por el 2001, cuando ya se intuía que el país se iba a la mierda, gobernados por el deformado y aburrido de Fernandito, con la proliferación del Club del Trueque, y abertura diaria de nuevos comedores comunitarios, se había realizado una acción parecida, un retiro compulsivo de cerdos, con la excusa de aquellos estaban sospechados de ser portadores de triquinosis.
Me acuerdo, que por aquel entonces, era habitual concurrente a uno de estos comedores comunitarios que tanto la crisis se encargaba de hacer surgir. Este me sirvió mucho para paliar la situación en la que me encontraba por aquella vez. 
Cuando se dio la situación, esta de la aprensión de los cerdos por parte de los municipales, y la posterior idea, al saberse de que estos estaban sanos, de faenarlos con el fin de donarlos a los comedores (que eran muchos) para su aprovecho, sentí junto a los compañeros comunitarios, esa sensación de feriado a la malaria, al menos por un día no nos iba a costar tanto conseguir con qué pasarla. 
Para desgracia de todos y como hice referencia alguna vez en un prototipo de poesía romancezca, los chorizos habían sido muchos, pero pasaron mucho de mano en mano, y las cosas que de esta forma pasan, siempre en algunas se van quedando. El tema fue que hubo tantos intermediarios entre el faenador y los destinados comedores, que a estos últimos sólo llegaron unos pocos embutidos. Como pa darle gusto a la pulenta, diríamos.
Una efímera historia que me viene a la memoria, cada vez que aquí en SP se realizan retenciones de cerdos. 
No sé si a Mastropiero se le hubiera ocurrido contarla de otro modo. Lo que a mí respecta, de aquella época de crisis viene este escrito, que escribí creyendo que escribía.
 

Romance de los chorizos perdidos

I

Narraré la mísera historia
tal como me la han narrado,
donde tres o cuatro cerdos
sin razón fueron apresados,
acusados de mala carne
por municipales “versados”,
sentenciados a muerte
por estos, fueron declarados.
Vanamente insistió el dueño
y al principio fue ignorado,
habló con unos, habló con otros
y de milagro fue escuchado,
por temor al desperdicio
o que acabaran en un asado,
tiró la idea de los chorizos
y de que fueran estos donados.
Comedores en pleno apogeo
serían los beneficiados,
repartidos equitativamente
eso sería lo más indicado.
Luego de las negociaciones
terminó todo bien desculado:
uno de nuestros concejales,
en efecto el más abigotado,
que en el rubro de facturas
“dicen” que es el más mentado,
se haría cargo de los muertos
y con estos, de lo acordado.
Puso manos a los cerdos
y dijo que terminó cansado,
no de fabricar los chorizos
sino de haberlos contados.

II

Los ojos como el dos de oro
al ver que eran demasiados,
contaron de nuevo por las dudas
e igual daba mismo resultado,
había mil doscientos chorizos
sobre la mesa, amontonados,
se miraron con su ayudante
quien ya lo había interpretado,
hicieron todo muy rápido
y el asunto quedó terminado,
quedaron en una corta nota
unos novecientos anotados.
Guardándolos en unas cajas
dejó al ayudante encargado,
para cuando viniera el remís
con Sr. Blanco para retirarlos,
no anduvieran como los locos
todos los chorizos juntando,
y se fue con los trescientos
y el ayudante lo quedó mirando
pensando en esa jugarreta
y en que nada él había ganado,
escondió una de las cajas
y buscó la nota desesperado,
la rompió al mismo instante
que la puerta estaban golpeando,
registraba en una hoja nueva
cuando Blanco ya había entrado,
y le ayudo a cargar las cajas
y le alcanzó la nota apurado,
a éste se le dibujó una sonrisa
al ver los números anotados
y dijo exclamando con sorpresa:
-¡Tremendo, cuantos han sacado!
Sólo había un siete y dos ceros
que afirmaba lo que había quedado.

III

Ya había pasado una semana
y ni noticia de lo encargado,
de Blanco no se sabía nada
y ya estaban todos preocupados,
andaban muchos buscándolo
con ganas de interrogarlo,
para saber de los chorizos
y de dónde los había dejado.
La gente de los comedores
ya estaban todos resignados,
aceptando que era evidente
que este se los había quedado,
cuando apareció el “punto”
con solo seis en la mano,
dijo: “Son muchos comedores
y con todos no dimos abasto,
a algunos les dimos cinco
y a otros solo les dimos cuatro.”
Sólo con esta excusa vino
y sólo con ésta se fue alejando.
Se quedaron todos muy mal
porque no era esto lo esperado,
viendo solo seis chorizos
que en la olla estaban flotando
junto a una suculenta polenta
que se estaba preparando.
No hubo comisión investigadora
no había ya nadie interesado,
nadie conocía lo de los chorizos
ni el destino que le habían dado.
Pero se insinuaba y era seguro
lo que en verdad había pasado
más de la mitad fueron digeridos
por estómagos del estado.

IV

Y esta fue la mísera historia
que a mi modo les he narrado,
fue verídica y sino no me creen
pueden por su cuenta averiguarlo.

Los chorizos habían sido muchos,
pero pasaron mucho de mano en mano
y las cosas que de esta forma pasan
siempre en algunas se van quedando.


Julio 2002




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