Y Evo arrasó

domingo, 6 de diciembre de 2009 ·

Voy a permitirme extraer algunos conceptos del artículo de Oscar Guisoni de Página 12 intitulado “Caló en la clase media” para entender el proceso de nuestros hermanos bolivianos, y aprender algo en comparación con nuestro proceso. Aclaro que siendo totalmente distintos, las comparaciones deben ser relativizadas, para no caer en posturas superficiales. Pero también sirven, y mucho, para entender las distintas facetas de un único proceso: la liberación de América Latina.

En Bolivia, la “elite” reside en la parte sur de la ciudad. La clase media en los barrios del Centro, y el pobrerío en la parte denominada El Alto, convertido en un bastión indígena, donde además de las diferencias gritantes entre ricos y pobres, existe una diferencia de 10º en la temperatura. Los pobres viven en el frío, los ricos en la zona cálida.

Ahora bien, esa clase alta (elite, nuestro barrio norte porteño, y los country de la Panamericana) está definida por el articulista de la siguiente forma:

. “Los indios se han vuelto arrogantes”, se quejan las señoras elegantes del sur, que lamentan la desaparición de “las caseritas”, el nombre entre despectivo y paternalista con el que se dirigían, y aun se dirigen, en los mercados a las mujeres indias que pasan largas horas vendiendo a la intemperie en sus puestos en los que se puede encontrar desde frutas y verduras a películas pirateadas, refrescos, periódicos y alfajores argentinos con la fecha de vencimiento ya muy superada.

…todo el mundo en la Zona Sur estaba acostumbrado a que ante cualquier problema recurrían a sus amigos en el poder y éstos se lo resolvían en un abrir y cerrar de ojos. Ahora eso se ha acabado. Los ministerios, el Parlamento y el Palacio Quemado, sede del gobierno, están ocupados por gente que nunca antes había formado parte del Estado y eso causa un gran estrés en el sur de la ciudad. 

Eso que ocurre en Bolivia ahora, ocurrió en la Argentina en 1950, y eso nadie me lo contó. Era la época de Perón, vivía en Salto en un hogar de clase media y recuerdo a mi madre reclamando porque “las sirvientas se habían vuelto arrogantes”, es la época en la que surge el término “cabecitas negras”. Es bueno retener este dato cuando analicemos el proceso argentino. 

Ya la clase media boliviana es diferente. Esta integrada por profesionales, empleados, universitarios. Guisoni la define así:

La clase media paceña, esa que más que media parece baja si se la compara con la de las grandes capitales europeas, y que puebla los barrios del centro de la ciudad, se ha volcado masivamente con el gobierno. El MAS, para disgusto de los movimientos sociales que son su base electoral dura, ofreció muchas candidaturas a representantes de la clase media para ganarse su favor y, a juzgar por los resultados, logró consolidar la alianza que tanto necesitaba para ganar estas elecciones.

Ello provocó que muchos indígenas no entendieran esa táctica de Evo, de incorporar a la clase media en ese proyecto de una nueva Bolivia, en el que ciertamente ha tenido total éxito, por los resultados de ayer (Domingo).

entre los indígenas del campo, aymaras o quechuas de pura cepa, que se quejan del supuesto “entorno blancoide” que rodea al presidente, protestan porque Evo no ha puesto en práctica las leyes que ellos esperaban para apoyar la economía comunitaria y anticapitalista que practican.

Pero a pesar de criticarlo, ayer lo votaron igual, porque según las palabras del artículo:

“Este es un presidente digno”, afirman después de haberlo criticado. “Mire usted cómo le ha plantado cara a los Estados Unidos. Nunca antes que él un presidente había mandado a callar al embajador americano como lo hizo el Evo.” (energúmeno como el K…por lo menos en algo coinciden…)

HASTA AQUÍ, BOLIVIA.

Pasemos a nuestra Argentina. Y para ello me permitiré extraer también algunos conceptos de una entrevista a un historiador de la UBA e investigador del Conicet escrita por Javier Lorca en la misma Página 12 de hoy lunes.

… la identidad de clase media nació con una marca política muy fuerte, surgió como reacción al peronismo, como una separación respecto de esa plebe insubordinada que había aparecido. Nació con la marca antiperonista. En Argentina se presupone que alguien de clase media no es peronista, así como se presupone que alguien del bajo pueblo es peronista. Ninguna de las dos cosas es necesariamente cierta.

La identidad surgió  con otras dos marcas asociadas. Una es étnico-racial: la forma en que se despreciaba al bajo pueblo por sus rasgos, por “cabecita negra”. En contraste, la clase media apareció entonces asociada a lo blanco y europeo, como descendiente de la inmigración y baluarte del progreso: los que vinieron a trabajar por oposición a los que estaban acá y eran un obstáculo.

Otra marca es regional: cuando se habla de clase media se presupone no sólo alguien no peronista y blanco, sino también alguien de la región pampeana, sobre todo de la ciudad de Buenos Aires.

Después de la caída de Perón, institucionalmente surge el único proyecto de un país de clase media, pero en el seno de ésta surgen muchos que se identifican con lo popular y nacional y se tornan militantes que defienden el protagonismo de la clase trabajadora.

Esto aparece con Jauretche, Ramos, Sebreli y otros ensayistas que acusan a la clase media de racismo, de no entender los problemas nacionales y aliarse con la elite. No es una cuestión sólo de intelectuales o militantes, sino que se difunde en toda la sociedad como parte de esa disputa entre dos imágenes contrapuestas de nación. La disputa se salda, provisoriamente, con el Proceso. Ahí hay una derrota del proyecto que trataba de situar al trabajador como eje de la nación. La imagen de la Argentina como país de clase media queda entonces indisputada. De algún modo, eso encarna en el alfonsinismo, que aparece como superación del peronismo y vuelta a la “normalidad”, con fuerte protagonismo de la clase media. La identidad penetra muy hacia abajo, generando ese fenómeno que vemos todavía hoy: gente incluso muy pobre que cree ser de clase media. Durante los ’80 y ’90 esta identidad continúa sin disputa, hasta que el país colapsa.

Me permito agregar que faltó en esa lista mencionar a toda una juventud de clase media  (y hasta de clase alta, eso me consta) que asumió la lucha armada como una forma de servir al Pueblo, recuperando la libertad y la dignidad. Nuestros 30 mil desaparecidos, y todos nuestros mártires, no son moco de pavo. Y en su inmensa mayorÍa provinieron de la clase media.

Volvamos a la entrevista. En el 2001 colapsó ese proyecto de “pueblo culto y civilizado”.             

En 2001 hubo un encuentro muy poderoso de sectores bajos y medios, incluso en la calle, con voluntad de confundirse en un mismo sujeto social. Es muy interesante que, en 2002, los sectores dirigentes que intentaron “encauzar” el país advirtieron que el peligro más grande que enfrentaban era esa combinación de reclamos. El proyecto de Duhalde pasaba por ahí, por evitar que la clase media se juntara con la baja. Y el proyecto del primer Kirchner pasaba no por volver a una clase media antiplebeya, pero sí por mantener claro el límite entre una clase y otra. Casi no hubo político argentino que insistiera más en el orgullo de clase media que Kirchner. Con la normalización económica y política que trajo su gobierno, se volvió a una separación más clara entre quiénes eran clase baja y quiénes no. Y el conflicto de 2008 con las entidades del campo fue una especie de cierre de época. Hubo una puesta en escena en la que los sectores que apoyaban al campo se apropiaron del lenguaje de 2001 con un sentido opuesto. Salieron a cortar rutas y a cacerolear, pero con un proyecto excluyente. En lugar de una vocación de confundirse en un mismo pueblo, había una actitud racista y clasista. Fue una farsa que marcó el cierre de 2001.

A partir de allí, está  todo dicho. Para rematar, hago mías las palabras finales del historiados e investigador. Las creo fundamentales para encarar el laburo que tenemos en estos dos años.  

Hay una sociología muy rápida entre sectores progresistas que considera a la clase media como un grupo social homogéneo. Y esto es un obstáculo para pensar políticamente, porque hay cantidad de personas que no actúan a favor de la derecha ni con prejuicios clasistas. Es necesario volver a pensar el modo de construir vínculos políticos entre las clases bajas y al menos una porción de los sectores medios. 

Lo digo con mis palabras: al que tiene la piel de gorila o mentalidad de garca, ni interesa molestarse. No gastemos pólvora en chimangos. Pero pongamos todo nuestro esfuerzo en abrir los ojos de la gente que puede sí entender nuestra sed de una Argentina para TODOS, donde no manden los intereses espurios de los grupos de poder, (Iglesia retrógrada incluída) y sí el bienestar e igualdad de oportunidades para todos. En otras palabras, la JUSTICIA SOCIAL.   

E.F.



0 comentarios:

Secuaces

Peronachos

PJDigital.org

Portal de Noticias

En Sintonía