Ollamanía II

domingo, 27 de septiembre de 2009 ·



Parece que ayer 26 no fue el único día, siete días antes también habían organizado un toca toca. Quién realizó una crónica de lo que supuestamente iba a pasar, fue tomás de ¡Burbujas con detergente!, que no tiene desperdicio.



Este cronista pasa caminando por el cacerolazo espontáneo organizado hace un tiempo y convocado hoy por mensajes de texto y mails. Se trata de algo así como oponerse a la nueva ley de medios, a la censura K, al cepo K, a todo lo K: un cacerolazo en defensa del Grupo Clarín. Miles de manifestantes a favor de la libertad del Grupo de monopolizar lo que les corresponde, toman las calles: la voz del pueblo es la voz de Dios, y por si hiciera falta, sacerdotes y rabinos se mezclan entre la muchedumbre para traer el mensaje celestial: Dios también banca la parada. Carteles inundan las plazas de los barrios: "Hoy, somos todos Bonellis y Silvestres"; "San Martín, Rosas, Clarín"; "TN: Tirano Néstor"; "`Argentina para armar` o muerte"; "María Laura Santillán: La Pasionaria". Por Diágonal Norte sube la columna de la Agrupación "La Nélson Castro", portando una bandera gigante que reza: "nos quieren tristes", junto a la cara inerte del periodista Nélson Castro.

Son miles y miles que cruzan el Riachuelo a nado, no, perdón, la Costanera en yate quise decir, abandonan sus pertenencias porque ese día ya todo les pertenence. Jovenes enfervorizados dispuestos a dejar la vida por el Canal Volver, oficinistas temerosos de regresar a casa y no poder sintonizar el Canal Metro, tacheros que rompen en llanto y piden que "no toquen a Magdalena". El miedo a la censura, el terror del totalitarismo los une, los vuelve el mismo grito. Algunos reescriben a Bretch, agarran a este cronista de las solapas y le dicen que "primero vinieron por los Tenenmbaum y no hicimos nada porque nosotros no cobrábamos ochenta lucas por mes; luego vinieron por los Bonellis y no dijimos nada porque no éramos gangosos, mañana vendrán por nosotros y no habrán ni Bonellis ni Silvestres ni Santillanes que nos defiendan".

Mirando para arriba, miles de caceroleros apoyan la causa del Grupo con la camiseta de River puesta. Me extraña esa combinación, y logro declaraciones explosivas de las tribunas de los pisos de Libertador: "que vuelvan a secuestrar los goles, si total estos hijos de puta no hacen uno", explota indignado un fanático millonario. El fútbol parece unirlos también. Una columna, más pequeña que la de La Nélson Castro, se arrincona sobre la Catedral al grito de que vuelva "Domingol", enarbolando pancartas con la cara del Gato Garófalo: "queremos ver las hinchadas en vivo, los partidos son una poronga", dicen algunos, y entonan un cantito: "y ya lo vé, y ya lo vé, vuelven los goles, que no se ven".

Desde un palco armado espontáneamente con gente que espontáneamente llevaba tablones, fierros, arandelas, tuercas, picos de loros, parlantes, micrófonos y equipos de sonido, comienzan a leerse las primeras adhesiones que llegan desde todo el país. El Movimiento Fernando Iglesias, que nuclea a radicales con capacidades diferentes se lleva muchos de los aplausos, pero la verdadera ovación surge, espontánea, cuando llega desde San Isidro la adhesión de la Organización Neustadt Vive. Alguna rama de los troskistas intenta mechar un reclamo por alguna guerra injusta en algún lugar del mundo, y son rápidamente repudiados: allí no se está haciendo política. La política es una mala palabra, sólo banderas de libertad permiten ser flameadas.

Ninguno de ellos manifiesta tener intenciones destituyentes: "con que se vayan alcanza", sostienen. Las cacerolas son el símbolo: necesitan que se los escuche. Como se los ha dejado de escuchar hace mucho tiempo, y como no se los volverá a escuchar cuando en lugar de Telenoche, el espacio de la libertad y los reclamos de los manifestantes, dos tobas enseñen a fabricar una quena en prime time.

Este cronista se retira junto a la muchedumbre partidaria del Grupo. Felices y radiantes, los militantes de la causa de la libertad emulan aquél viejo 17 y corean: "mañana es San Perón, que trabaje el patrón". Luego recuerdan que son ellos los patrones, y dan marcha atrás: mejor que trabajen sus empleados, que para eso se les paga, en negro, tudo bem, tudo legal. Mirándolos subir a sus departamentos, y observando el numerito rojo que arroja el ascensor, este cronista no puede más que tener la sensación de que, esta noche fundacional, el rascacielo de la patria sublevada ha descendido al asfalto de la Historia para construir una nueva, lejana, a esta que pensábamos que íbamos a vivir. Una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por una misma verdad que una sola palabra traducía: Clarín.



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