No estoy de acuerdo, dijo. La profesora desconcertada le preguntó con qué parte de lo que había expresado no coincidía. No, nada, simplemente no estoy de acuerdo. La docente volvió a insistir, porque no sabía si aquella interrupción se debía a lo que acababa de comentar, o a algo que ocurrió antes de entrar a la materia, o cuando iba camino hacia el colegio, o se trataba de algo familiar, o la transición de su niñez a la adolescencia, o precisamente de su niñez, o tal vez a la gestación de él por parte de sus padres, o tal vez a imcompativilidad de genes que lo componían, qué se yo, en algo el tipo no estaba de acuerdo.
Simplemente aquel 24 de marzo, la docente había mencionado la conmemoración de la instauración del golpe de estado, que con ejecutadores uniformados e ideológicos civiles, se cargaron treinta mil almas negando al país una generación fecunda en ideas y firme en sus convicciones e ideales. Pero nuestro deformado, (de ahora en adelante llamado joven X para no insultar a nadie y que a cualquiera que le quepa el saco se lo ponga), no estaba de acuerdo.
Al ver que su posición era su argumento, y viceversa, la docente relajó la clase dedicándose a la materia que daba, pero dejó entrever que estaba bien que cada cual tuviera su opinión formada, pero no debía ser a base de un fundamento incompleto. ¿Estamos de acuerdo? preguntó a toda la clase. Todos asistieron menos nuestro joven X, que dijo estar en desacuerdo.
Cuando el joven X en su grupo de trabajo no uniformado, comentó su desacuerdo con la profesora, le llovieron preguntas de todo tipo. Respondió a todas con una sola repuesta. Él estaba en desacuerdo en que se conmemorara el golpe a la memoria desaparecidos y torturados. Cuando se le dijo que la memoria de la víctimas era y debía ser indeleble para toda la sociedad, como queriendose enojar dijo: ¿a ustedes les hubiese gustado que entraran a sus casas, rompiendoles la puertas, se violaran a tu madre, a tu hermana, a tu hija o tu novia y se llevaran a tu hermano o a tu viejo? ¿eh? Al únisono sonó una estruendosa carcajada, formada por la de todos los que habían escuchados estupefactos aquella repuesta, y no hubo forma de hacerle entender de que estaba leyendo patas para arriba. Pero luego comprendieron de donde venía toda esta formación, o mejor dicho esta deformación en el joven X.
Cuando nacemos venimos con el rígido casi vacio, lo único que tenemos es apenas el sistema operativo al cual le vamos agregando nuevas funciones, a medida que vamos aprendiendo a hablar, caminar, a investigar, etc. El rígido lo vamos llenando con lo que copiamos de nuestros tutores. Las costumbres, las religión, idiología, etc. Las modificaciones en las carpetas están basadas en el descubrimiento de las verdades. Pero hay casos en que la estática ante los nuevos conocimientos, hacen que sigamos convencidos de las supuestas verdades de los demás. En el caso de nuestro joven X, ser hijo de un prefecto y de una notable admiradora de los uniformes, la mano dura, la disciplina, los defiles, las armas, le ha llevado a tener esa deformación social. Son incontables las veces que en su niñez, escuchó hablar de Videla con regosijo y devoción. Aprendió a diferenciar los calibres de las armas antes de diferenciar las vocales de las consonantes. Cuando le dió la edad entró a la institución de su padre y se negó a terminar sus estudios mientras el estado le sostenía. Fijó su techo de realización en la vida, en las guardias, adicionales y la joda. Cuando le dieron la baja por negarse a la educación, con ojos cubiertos de rencor despotricó contra la democracia.
En aquel día en que sus compañeros de trabajo no uniformados, se rieron de su deformación cultural, lo único que le faltó afirmar, es que los que pensaban diferentes en aquellos años, los que querían cambíar la realidad de aquel entonces, se movían en los Falcón Verdes sin chapas identificatorias.
Simplemente aquel 24 de marzo, la docente había mencionado la conmemoración de la instauración del golpe de estado, que con ejecutadores uniformados e ideológicos civiles, se cargaron treinta mil almas negando al país una generación fecunda en ideas y firme en sus convicciones e ideales. Pero nuestro deformado, (de ahora en adelante llamado joven X para no insultar a nadie y que a cualquiera que le quepa el saco se lo ponga), no estaba de acuerdo.
Al ver que su posición era su argumento, y viceversa, la docente relajó la clase dedicándose a la materia que daba, pero dejó entrever que estaba bien que cada cual tuviera su opinión formada, pero no debía ser a base de un fundamento incompleto. ¿Estamos de acuerdo? preguntó a toda la clase. Todos asistieron menos nuestro joven X, que dijo estar en desacuerdo.
Cuando el joven X en su grupo de trabajo no uniformado, comentó su desacuerdo con la profesora, le llovieron preguntas de todo tipo. Respondió a todas con una sola repuesta. Él estaba en desacuerdo en que se conmemorara el golpe a la memoria desaparecidos y torturados. Cuando se le dijo que la memoria de la víctimas era y debía ser indeleble para toda la sociedad, como queriendose enojar dijo: ¿a ustedes les hubiese gustado que entraran a sus casas, rompiendoles la puertas, se violaran a tu madre, a tu hermana, a tu hija o tu novia y se llevaran a tu hermano o a tu viejo? ¿eh? Al únisono sonó una estruendosa carcajada, formada por la de todos los que habían escuchados estupefactos aquella repuesta, y no hubo forma de hacerle entender de que estaba leyendo patas para arriba. Pero luego comprendieron de donde venía toda esta formación, o mejor dicho esta deformación en el joven X.
Cuando nacemos venimos con el rígido casi vacio, lo único que tenemos es apenas el sistema operativo al cual le vamos agregando nuevas funciones, a medida que vamos aprendiendo a hablar, caminar, a investigar, etc. El rígido lo vamos llenando con lo que copiamos de nuestros tutores. Las costumbres, las religión, idiología, etc. Las modificaciones en las carpetas están basadas en el descubrimiento de las verdades. Pero hay casos en que la estática ante los nuevos conocimientos, hacen que sigamos convencidos de las supuestas verdades de los demás. En el caso de nuestro joven X, ser hijo de un prefecto y de una notable admiradora de los uniformes, la mano dura, la disciplina, los defiles, las armas, le ha llevado a tener esa deformación social. Son incontables las veces que en su niñez, escuchó hablar de Videla con regosijo y devoción. Aprendió a diferenciar los calibres de las armas antes de diferenciar las vocales de las consonantes. Cuando le dió la edad entró a la institución de su padre y se negó a terminar sus estudios mientras el estado le sostenía. Fijó su techo de realización en la vida, en las guardias, adicionales y la joda. Cuando le dieron la baja por negarse a la educación, con ojos cubiertos de rencor despotricó contra la democracia.
En aquel día en que sus compañeros de trabajo no uniformados, se rieron de su deformación cultural, lo único que le faltó afirmar, es que los que pensaban diferentes en aquellos años, los que querían cambíar la realidad de aquel entonces, se movían en los Falcón Verdes sin chapas identificatorias.
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